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miércoles, 29 de noviembre de 2023

Frederick

 Érase una vez un hombre solitario llamado Frederick. Se encontraba encerrado en un antiguo castillo, rodeado de altos muros de piedra y pasillos oscuros. Frederick había sido destinado allí por razones desconocidas, y pasaba sus días en completa soledad.


Sin embargo, Frederick encontró consuelo en la escritura. Todos los días, se sentaba en su pequeña habitación con ventanales enrejados y se sumergía en su mundo de palabras. A través de la tinta y el papel, escapaba de la opresiva realidad de su confinamiento.


Frederick comenzó a escribir sobre un hombre solitario encerrado en un castillo. Le dio a este personaje el nombre de Edgar. Edgar, al igual que Frederick, también se encontraba solo y atrapado entre los muros de una fortaleza sombría. Pero a diferencia de Frederick, Edgar era un hombre lleno de valentía y determinación.


A medida que Frederick narraba la historia de Edgar, se dio cuenta de que estaba escribiendo sobre sí mismo. Las palabras cobraban vida y lo transportaban a través de las páginas hasta la existencia de Edgar. En cada palabra escrita, Frederick encontraba una pequeña liberación de su propia soledad.


La historia de Edgar se convirtió en un refugio para Frederick, un escape de su realidad monótona y solitaria. A través de sus escritos, exploraba los rincones más profundos de su ser, plasmando sus sueños, anhelos y frustraciones en la vida de Edgar.


Pero Frederick no se detuvo allí. Decidió que Edgar también debería tener su propia historia, su propia narrativa interna. Y así, escribió sobre Edgar escribiendo sobre un hombre solitario encerrado en un castillo. En esta segunda capa narrativa, Edgar se convirtió en un escritor apasionado y talentoso. Sus palabras eran una ventana a su mundo interior, su escape de la realidad.


Frederick continuó escribiendo sobre Edgar, quien a su vez escribía sobre un hombre solitario encerrado en un castillo. Las palabras se entrelazaron en un juego infinito de historias dentro de historias, formando un laberinto literario en el que Frederick y Edgar se perdían y se encontraban.


A medida que las palabras fluían de la pluma de Frederick, el castillo en el que se encontraba comenzó a parecer menos sombrío y opresivo. Las paredes parecían desvanecerse, y la soledad se atenuaba en la magia de la escritura.


En ese castillo imaginario, Frederick y Edgar se encontraron, compartiendo su amor por la escritura y la necesidad de escapar de su soledad. Juntos, crearon un universo paralelo en el que ambos encontraron compañía y consuelo.


Y así, mientras Frederick continuaba escribiendo sobre un hombre solo encerrado en un castillo escribiendo sobre un hombre solo encerrado en un castillo, los límites entre la realidad y la ficción se desdibujaron. El poder de la escritura se manifestó en la vida de Frederick, permitiéndole encontrar esperanza y conexión en medio de la soledad.


Y aunque Frederick y Edgar nunca se encontraron en el mundo físico, sus palabras se entrelazaron en un vínculo indestructible. Juntos, escaparon del castillo del qué nunca salieron

Luis

 Érase una vez un hombre llamado Luis, quien por razones desconocidas se encontraba encerrado en una pequeña habitación con cuatro paredes sin ninguna otra compañía. La habitación era austera y solo contaba con una vieja mesa de madera y una silla desgastada.


Luis, con mucho tiempo libre y sin más entretenimiento a su disposición, se encontraba sentado junto a la ventana de la habitación, observando el mundo exterior. La ventana era su única conexión con el exterior, y aunque estaba cerrada, podía ver cómo la vida cotidiana transcurría fuera de su alcance.


Luis, sintiéndose atrapado y anhelando la libertad que había perdido, decidió comenzar a escribir sobre su situación. Tomó un lápiz y un trozo de papel y comenzó a plasmar sus pensamientos y emociones en palabras. Escribió sobre su soledad, su deseo de escapar y su anhelo de volver a sentir la brisa fresca y el sol en su piel.


Pero mientras escribía, una extraña idea se apoderó de su mente. ¿Y si él, al igual que estaba encerrado en esa habitación, también era solo un personaje ficticio en la historia de otra persona? ¿Y si había alguien más escribiendo sobre él, encerrado en su propia habitación?


Intrigado por esta idea, Luis decidió llevar su historia un paso más allá. Comenzó a escribir sobre un hombre llamado Marcos, quien también se encontraba atrapado en un espacio confinado, observando a través de su ventana. Escribió sobre los pensamientos y emociones de Marcos, su deseo de escapar y su imaginación de un mundo más allá de esas cuatro paredes.


Pero a medida que escribía sobre Marcos, la historia tomaba un giro inesperado. Luis se dio cuenta de que, al escribir sobre Marcos, él mismo se convirtió en el escritor de la historia. Era como si estuviera creando un bucle infinito de personajes encerrados escribiendo sobre otros personajes encerrados escribiendo.


En ese momento, Luis se vio atrapado en un dilema existencial. ¿Quién era el verdadero escritor? ¿Era él mismo o era alguien más en una realidad paralela? ¿Era libre para crear la historia o simplemente un personaje en manos de un autor desconocido?


La incertidumbre llenó su mente mientras seguía escribiendo y observando a través de la ventana. Aunque las respuestas a sus preguntas permanecieron sin respuesta, Luis encontró consuelo en su capacidad de crear y explorar mundos a través de sus palabras. A pesar de estar encerrado físicamente, descubrió que su imaginación y su capacidad de escribir le brindaban una forma de escape, una manera de volar más allá de las cuatro paredes y vivir en la libertad de su propia creación.

Edgar

 Había una vez un hombre llamado Edgar, quien vivía solo en un antiguo castillo en lo alto de una colina. Edgar era un escritor apasionado y pasaba la mayor parte de su tiempo rodeado de libros y plumas.


Un día, mientras exploraba las antiguas bibliotecas del castillo, Edgar descubrió un libro muy antiguo y polvoriento. Al abrirlo, se sorprendió al encontrar una historia que parecía hablar directamente de él. El libro describía a un hombre solitario en un castillo, quien se dedicaba a escribir sobre otro hombre solitario en un castillo. Era como si alguien hubiera escrito su propia vida en un cuento.


Intrigado y un poco inquieto, Edgar continuó leyendo. A medida que avanzaba en las páginas, notó que las similitudes entre su vida y la del personaje del libro eran sorprendentes. Desde la descripción del castillo hasta los pensamientos más íntimos del personaje, todo parecía ser un reflejo de su propia existencia.


A medida que Edgar leía más y más, comenzó a cuestionar su propia realidad. Se preguntaba si él era solo un personaje en un cuento, imaginado por alguien más. La idea lo obsesionó y comenzó a dudar de su propia identidad.


Decidido a encontrar respuestas, Edgar se embarcó en una búsqueda dentro del castillo. Recorrió pasillos oscuros, escaleras empinadas y salas olvidadas en busca de alguna pista sobre la naturaleza de su existencia.


Finalmente, después de mucho buscar, Edgar encontró una habitación secreta oculta detrás de un pesado tapiz. Dentro de la habitación, encontró un escritorio antiguo con plumas y tinteros, junto con una pila de manuscritos. Los manuscritos estaban llenos de historias sobre hombres solitarios en castillos, y todas ellas parecían ser versiones diferentes de su propia vida.


En ese momento, Edgar comprendió que él era el creador de todas esas historias. Había estado escribiendo sobre sí mismo sin siquiera darse cuenta. El libro que encontró era solo una de las muchas formas en que había explorado su propia soledad y búsqueda de significado.


A partir de ese día, Edgar decidió abrazar su papel como escritor y crear historias no solo sobre hombres solitarios en castillos, sino también sobre el mundo exterior, sobre la conexión humana y sobre las múltiples facetas de la vida. Comenzó a compartir sus escritos con el mundo y, poco a poco, dejó de sentirse solo en su castillo.


Y así, Edgar encontró su propósito como escritor y descubrió que, aunque viviera en un castillo solitario, su creatividad podía construir puentes hacia la gente y el mundo exterior.

martes, 21 de noviembre de 2023

3 veces.

 3 veces entraste en mi casa en reconstrucción, 3 veces la volviste a destruir 3 veces me hiciste reconstruir el desorden que se te antojó hacer.

Siempre llegaste sin ser invitada, pero no me importó, te di la mejor habitación qué tenía y desordenaste todo por donde pisaste.

Mi casa estaba bien, tranquila y ordenada,

Pero viniste y volviste a decirme que todo estaba mal, que debía de acomodar las cosas a tu gusto. Y así lo hice. ¿Ahora que hago con todas estas piezas que no encuentran ya acomodo?

Rompiste mi lista de planes sencillos, cortos, felices y creaste planes nuevos, complicados en Futuro lejanos difíciles de ver para mí. Que hago con todas estas intrincada instrucciones qué no sé como seguir. 

Caminaba en mis días caminos seguros cortos para conversar conmigo, ahora camino pasos infinitos, huyendo de mí, de mi yo sin ti, que es el yo qué menos me gusta. Salgo a caminar las calles sin rumbo esperando encontrarte sin saber que haría si llego a hallarte.

Mil veces te diría que si. Mi veces lloraría por ti. Porque sabiendo que nuestro tiempo es limitado a unos cuantos meses. Y después de eso te lloraré 1 año. Mil veces te diría que sí

BotElla

En la copa, elixir amargo de nostalgia, como tus labios, el roce de la añoranza. El licor danza, texturas que evocan piel, como tus manos, huella en mi sentir.

En cada sorbo, el recuerdo se destila, como tus ojos, profundos y cautivo. El alcohol acaricia, como tu risa lejana, embriaga mi alma, perdida en la hazaña.

Cada trago es un beso, fuego que consume,c omo tus abrazos, calor que se resume. La noche se viste de sombras y licor, como las memorias de tu adiós, persisten con dolor.

En el alcohol encuentro consuelo efímero, como en tus recuerdos, eterno desespero. El vino y tus besos, entrelazados van, en la oscuridad, se funden, creando un ritual.

Así, noche tras noche, el vino es mi refugio, como tu amor ausente, un eterno castigo. Entre copas y susurros de soledades, mi corazón se embriaga de tu ausencia, fatal.

Aquiles

En la sombra profunda donde reina el silencio,

te reconocería, mi amor eterno.

Aunque la ceguera oscureciera tu mirar,

mi corazón hallaría tu luz al caminar. 


En la penumbra densa, sin sonidos de claridad, mi alma te abrazaría con pura lealtad.

Aunque mis oídos fueran prisioneros del mutismo, tu voz resonaría en mi ser, un dulce abismo.


En el laberinto del destino, en la confusión,

te identificaría por la esencia de nuestra unión. Aún si la vida nos despojara de sentido, en tus latidos encontraría el rumbo perdido. 

lunes, 23 de octubre de 2023

6 noches sin dormir.

 …Ayer te soñé, y fue tan real que desperté con el sabor de tu piel quemando mis labios...


Cuando la noche apenas se desperezaba y la luna recelosa asomaba su clara silueta por entre las montañas sentí como tantas noches la necesidad inexplicable de mencionar tu nombre y recorrer por mi memoria, un poco adoloridas por los excesos del alcohol, los tantos momentos en que te tuve, e incluso los que solo imagine. Y así, perdido en los laberintos del recuerdo, me fui quedando dormido, perdido y embriagado en el veneno de tu recuerdo. Y aun mas allá de las fronteras de la realidad, donde nuestras vidas se confunden entre las de miles mas, entre las de nuestros mas amados o temidos, donde la realidad y la fantasía son dos siameses incompletos el uno sin el otro, llegaste perdida entre otras tantas fantasías que se me habían quedado inconclusas, y sorteando todas aquellas quimeras me tomaste del brazo y me llevaste por mundos inimaginables, y me amaste como nunca y tus besos eternos inundaron los paisajes de grafito. Y morimos y renacimos en un amor inexistente pero eterno. Y al despuntar el alba, cuando la realidad abofeteo mi cara con un rayo de sol, siento el sabor inconfundible de tu piel quemando mis labios, rogando al cielo te apiades de este pobre subtito de tu belleza y colmes mis sueños una vez mas.    

II
Te pido que no me dejes mirarte a los ojos, pues me he dado cuenta que al perderme en el sueño de sentirme observado por ellos, me desvanezco como un loco en mundos imaginarios, enamorado por un rato inagotable... por minutos incontables en que soy eterno. Temo mirar esa sonrisa, y quedar estúpidamente prendido de tu recuerdo, de la caricia suave y hermosa de mirarte de tenerte por un momento en este mundo que he creado solo para ti...pero hasta ahora a sido solo para mi...

III

He caminado tanto sin mirar mis pasos, sin saber hacia donde vamos... y a veces siquiera de donde venimos. He sentido algunas veces que no puedo ya distinguir entre tristeza y melancolía, entre amor y costumbre... Temo tanto que esos recuerdos que nos que nos han unido, se transformen en cadenas en nuestros pies... en neutros besos...en nuestras vidas. Temo tanto decir adiós...convertir tantos hasta luego, insípidos algunas veces, en un punto final, abrir por fin esta puerta que tanto golpean y marcharme...marcharnos. Dime, crees tu que esta mal pensar que todo acabo, que ese amor que no me dejaba dormir en noches de lluvia se ha convertido en la lluvia misma. Dime que puedo yo hacer si hoy no río como antes, si hoy no soy la que quieres...por que no eres quien yo quiero...si hoy no estoy viva...si hoy me siento oscura.

IV      
El durmió mirando las estrellas, murmurando tantas cosas que olvido decir, tantas palabras que se quedaron en su boca sin poder siquiera escribirlas. Recostada en su cama ella siquiera se acordó de aquel joven raro que le miraba con extraño interés buscando algo en sus ojos y su sonrisa. El no podía dejar de pensar en su cara, aquella sonrisa que desde el primer momento lo amarro y no lo dejaba tranquilo. Ella siquiera se dio cuenta que aquel torpe muchacho le miraba y quedaba atrapado en sus ojos y que esa mirada iba mucho mas allá de la realidad. A lo largo de aquellos días de torpes intentos, de miradas no encontradas y letras mal plasmadas, quedaron todos los suspiros...quedaron los sueños y las tantas palabras que nunca le dijo. El, cargado con su historia imaginada... marcho sin comprender, sin decir nada, sin despedirse. Ella, siguió su vida, sin darse cuenta siquiera del mundo que creo y destrozo, el sueño en el que estuvieron inmersas...las miradas...las sonrisas...las palabras...los poemas.


V
No es difícil rendirse a tus pies...caer bajo el seductor hipnotismo de tu mirada alucinante que penetra mas allá de los sueños. Mirar cada vez más de cerca el cielo o sentir las estrellas miles acariciando mis manos elevadas por la caricia de tu suave piel, perderse en el infinito laberinto de tu cabello nocturno y místico. Desistir del gobierno del mundo entero solo por un beso de esos labios infantiles que hechizan sin saberlo. Caminar por horas perdidas buscando el rastro de tu olor en una ciudad llena de el... y seguir por vidas enteras buscando tu sonrisa perdida en millares de rostros, y perecer lentamente en la espera de mírate pasar, de lejos sin voltear a ver... solo por sentir esa fragancia sutil que deja tu sombra.


VI
Cuando miles de estrellas, dormidas aun en su letargo infinito, contemplan esos ojos que a su vez les mira con el entusiasmo de una Nina que encuentra al fin su tan anhelado tesoro; perdidas en sus celos al ver aplacada su belleza espectral, bailan, caen suben y vuelan, se desviven por aquel ser incauto que se ha atrevido a desafiar su legendaria hermosura con un par de luceros que por mucho las rebasa...ella, sutil, tierna e inocente disfruta de aquel espectáculo sin sospechar las razones de tal. Al final, cuando todas las estrellas caen fugaces a morir en el vació, la hermosa niña cierra sus ojos, creadores de aquella batalla inusual, y duerme tranquila.

The Last Letter

David sat alone in his dimly lit study, a single candle casting eerie shadows on the walls. He clutched the crumpled envelope in his trembling hands, his heart pounding with dread. The letter inside, with his own handwriting, had arrived mysteriously on his doorstep that evening.


As he slowly unfolded the parchment, the words revealed a chilling tale of his impending demise. It described in vivid detail the events leading up to his death, each moment growing darker and more ominous. David's eyes widened as he read about a fatal accident, the date and time chillingly specific.


A cold sweat formed on his brow, and he glanced at the clock on the wall, which showed the time that matched the letter. Panic welled up within him as he realized the inevitability of the situation. The letter even described the feelings of despair that would overcome him.


He tried to tear his gaze away from the text, but it held an unshakable grip on his mind. His breath grew shallow as he read about his final moments and the creeping darkness that would consume him. It was as if he was watching his own life slip away, powerless to change the outcome.


With trembling fingers, he reached the end of the letter. It concluded with a haunting message: "It is too late, David." In that moment, he felt a strange detachment from reality, as if he were hovering above his own life. The room around him seemed to blur, and the candle's flame danced wildly.


And then, as the candle extinguished itself with a sputter, David finally comprehended the horrifying truth. He had been reading the letter after he had already died, trapped in a nightmarish loop of fate, unable to escape the inescapable.