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viernes, 27 de marzo de 2009

Como termina algo que nunca tuvo inicio?

Un cuento…no como fue; sino como pudo haber sido…
“No hacen falta palabras; cuando se habla con el
corazón…cuando nos conocemos de corazón.”
Ella estaba sentada en la cama, con su mirada fija en el suelo, pero aun así se notaba la seguridad que a el tanto le espantaba, esa que cubría cada una de sus palabras con un aire de autoridad, de decisión.
Él, tembloroso entraba despacio en el cuarto, como aquel niño culpable que sabe que será castigado, la miro fijamente, sabía que aquella reunión no podía tener otra intención, sabía muy bien, por aquella mirada penetrante, que no había oportunidad para perdonarle, peor aún por que él mismo no podía perdonarse y por esta razón no podía alegar clemencia a su favor.
Ella le indicó con un movimiento suave de su cabeza que se sentara a su lado, él quiso llegar hasta ella, pero no pudo, sus pasos no lograron si quiera la mitad del camino, se poso en el borde de la cama y la miro con sus ojos de niño arrepentido, no pudo por más que quería, pronunciar palabra alguna, ni siquiera una sonrisa absurda, le pareció tan absurdo el momento, tantas cosas que se agolpaban en su mente, tantos recuerdos que mencionar, tantas disculpas que disparar, tantas palabras que reclamar, defenderse no pudo, simplemente se quedo allí sentado, esperando la sentencia…que tardaba una infinidad en llegar.
El silencio se convirtió de segundos en minutos, ninguno podía empezar a hablar, ninguno sabía como. Una esperaba explicaciones, el otro quería tenerlas, ella sostenía sus labios, él moría por besarlos. De repente una lágrima se coló por entre los ojos de él, un esbozo de delicada ternura infantil que nunca pudo dejar, al igual que ese temblor delator de su labio cada vez que reprimía sus ganas de llorar. Sus ojos, esos que alguna vez la enamoraron y ya no podría olvidar jamás, se tornaron rojos, inundados…desesperanzados. Y lloró, lloró como llora un niño cuando su madre no puede entender lo que le dice. Ella se acerco tiernamente y le abrazo. Y lloraron, y el mundo entero lloró con ellos, se acariciaron… las palabras proliferaban de sus ojos, los reclamos, las respuestas, las disculpas, salían y volvían de y a sus dedos. Y por fin, cuando ya todo estaba dicho, los dos amantes se abrazaron tan fuerte como sus pocas fuerzas pudieron…y con la paz que deja la sinceridad…durmieron.