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viernes, 27 de septiembre de 2024

En esta vida no se pudo... Pero en otra...

 En otra vida, aquel mensaje nunca llegó. Ese día, en vez de la despedida que me partió el alma, hubo una conversación tranquila, sincera, y una invitación a un café, donde ambos hablamos de nuestros miedos y sueños. En lugar de alejarnos, decidimos intentarlo de nuevo, pero con más fuerza, con más amor.


Los días se llenaron de risas, de pequeñas rutinas que construían algo más grande. Los desayunos juntos, las largas caminatas al atardecer de un domingo tras otro, y las noches perezosas en tu casa se convirtieron en nuestra nueva realidad. Los viajes que planeábamos, pero nunca hicimos, en esta otra vida fueron posibles. Nos perdimos en los paisajes de la La Antigua, sentimos el viento frío en las costas de Noruega, y nos maravillamos con los castillos antiguos de Europa. Machu Picchu, aquel lugar que ambos soñamos conocer, esta vez juntos, fue un destino inolvidable. Subimos la montaña tomados de la mano, admirando la inmensidad de la historia, y en ese momento supimos que no había ningún lugar donde preferiríamos estar.


Viajamos como una familia. Recorrimos las calles de París con dos niños de la mano, disfrutamos de la calidez de los mercados navideños en Alemania, y nadamos en las aguas cristalinas de las playas de Tailandia. Cada lugar se llenó de momentos inolvidables, de fotografías que colgamos en las paredes de nuestra casa, de recuerdos que se grabaron en nuestros corazones.


En las noches, cuando los niños ya dormían, nos sentábamos juntos en el sofá, con una copa de ron claro en mano, recordando lo lejos que habíamos llegado. A veces, pensaba en lo que hubiese pasado si ese mensaje hubiera llegado y si esa despedida hubiera sido definitiva. Pero entonces, la miraba a los ojos y sabía que en esta vida, lo habíamos logrado.


En otra vida, nos quedamos juntos... 

viernes, 17 de mayo de 2024

Amor en tiempos del Covid-19

 Sentado en mi balcón, con las nubes rodeando la ciudad, 

Pocas almas locas caminado sin consideración, locos insensatos

Un frío que cala el alma, ya enmudecida por los días muertos, lunes que despiertan día a día. 


Recuerdo los días en que te abrazaba de menos. Los días en que las palabras sobraban o eran de más. Recuerdo esos días en que las caricias las limitaban los pensamientos torpes y no la ley. Tantas palabras que se desperdiciaron en discutir y no a a querer, palabras que ahora tengo atoradas en mi garganta, con miedo a ser uno más del por ciento.


¿Recuerdas cuando nos reíamos del mundo porque nos quedaba pequeño? ¿Recuerdas los planes que hacíamos porque nada podía detenernos? ¿Recuerdas las noches eternas de discusiones irrisorias de  temas tan torpes como importantes? 


Extraño los abrazos fugaces y espontáneos, fuertes en mi brazo. Caminar de a dos sin llevar cuenta del rumbo. 

Extraño los detalles de las historias sin fin, los intrincados recuerdos que se aglomeraban en tus labios que hablaban ilimitados. 

Extraño la sonrisa amplia, la risa tímida, el beso bajo control, la boba discusión, espontánea y efímera. 


Vendrán de nuevo los días tumultuosos, los lunes ajetreados, las tardes de café y té, las reuniones, los bailes, las copas entre amigos, las excusas para salir, o no salir, los besos encontrados, las reuniones atrasadas, los viernes esperados y los odiados domingos por la noche que huelen a inicio de semana. Vendrás días nuevos y recuerdos viejos de pandemia.

domingo, 18 de febrero de 2024

Hilo Rojo

¿Y si nos tomamos un quinto café?


   Algún día, cuando estemos en nuestra vejez, tú me dirás lo mucho que me extrañaste durante todos esos años que estuvimos aparte, y yo te contaré lo loco que he estado siempre por ti. Recordaremos (o inventaremos) las tardes de paseos por el parque, los besos robados en la oscuridad y las risas compartidas bajo la luz de la luna. Juntos, volveremos a revivir esos momentos que construyeron nuestra historia, sabiendo que el amor que nos une ha resistido la prueba del tiempo y ha crecido aún más fuerte con cada experiencia compartida.


   Nos tomaremos de la mano, quizás un poco temblorosos por los años perdidos, pero con la misma complicidad y ternura de siempre. En nuestras conversaciones, reviviremos los sueños que una vez compartimos inventaremos las cosas que debimos haber hecho y celebraremos los logros que alcanzamos juntos en la distancia. Aunque el tiempo haya dejado huellas en nuestros cuerpos, el brillo en nuestros ojos al mirarnos será el mismo de siempre, lleno de amor y gratitud por haber compartido una vida juntos (sin estarlo). En nuestra vejez, nos daremos cuenta de que cada momento de espera y cada obstáculo superado valió la pena, porque al final del camino, siempre estuvimos destinados a estar juntos, en un amor que perdura más allá del tiempo.


Y cuando llegue el momento de despedirnos, lo haremos con la misma serenidad y amor con la que hemos vivido cada día juntos. Nos recostaremos uno al lado del otro, nuestras manos entrelazadas, compartiendo un último suspiro de gratitud por haber tenido el privilegio de amarnos durante toda una vida, separados, pero siempre juntos. En ese instante, sabremos que nuestro amor trascenderá incluso más allá de la muerte, pues hemos dejado una marca indeleble en los corazones del otro. Y así, unidos por el lazo eterno del amor, nos despediremos con una sonrisa en los labios, sabiendo que nuestra historia perdurará por siempre, como un eterno recuerdo de la pasión que nos unió. Y así, en un sueño eterno, quedará escrita la más bella de amor jamás contada.