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martes, 4 de febrero de 2014

Puñado de palabras


"Sería aún mas fácil escribir en el lienzo de tu cuerpo,
usando tus  ruidos como signos de puntuación,
sin mas tinta  que el sudor de tu cuerpo
y el orgasmo el final de esta trama ."


Trato de recoger un puñado de palabras de las bolsas de mi pantalón, allí creo haberlas escondido anoche antes de una inesperada  maratón de tragos claros y dulzones.  Es extraño, recuerdo que eran más de las que siento en las yemas de mis dedos. Sé que probablemente algunas se hayan extraviado, otras quizá no tenía idea de llevarlas conmigo, y algunas tantas se habrán colado sin invitación, y las últimas, las más desesperadas habrán escapado de mi bolsa y posiblemente llegaron a ti sin mi consentimiento. Esto último ha pasado ya en ocasiones anteriores. Y aunque no es del todo de mi agrado, sé que no es la última vez que ha de pasar. Reviso la bolsa en mi camisa y encuentro algunas frases algo extrañas. ¿Las llevaba conmigo anoche? no logro recordar bien de donde han salido, quizá fue lo que quedo de las respuestas que obtuve de ti, quizás algunas palabras se escaparon también de tus bolsas. ¡No lo sé!
Me doy cuenta de que no tenía mucha idea de lo que cargaba conmigo al salir de mi casa. Al revisar y hacer recuento de la noche, veo que tengo muchas ideas inconclusas, algunas palabras que cuentan historias que no recuerdo o cuentos que quise olvidar. Peor aún, no encuentro algunas palabras, e incluso frases que ocultaba con mucho sigilo, y tantas veces envolví en bolitas de papeles de colores para recordar que debía olvidarlas. Registro muy bien los espacios de mis bolsas, mi boca, mis manos, mis zapatos, mis ojos… pero no están; ¡demonios! ¿Cómo escaparon?

Busco de nuevo en la gaveta de mi mesita de noche, lo que nunca encuentro siempre está guardado ahí, no sé por qué. Pero no, solo veo algunas ideas torpes, paisajes extraños que alguna vez inventé, muchos de esos paisajes dibujados con crayolas en servilletas gastadas, otros tantos garabateados con lápiz en papeles amarillos. Veo también algunos cuentos con bohemios ebrios y locos por el amor de una estúpida y puta doncella. Caballeros de gris armadura que jamás pudieron derrotar al dragón y debieron matar sus demonios ahogándolos en alcohol claro.  Hay en una carpeta desteñida, siete poemas, todos dedicados a la misma mujer, pero sin firma de autor. Hay al final de la gaveta doce cuentos que nunca encontraran final. Encuentro algunas fotos olvidadas adrede, amarillas, desteñidas, dos de ellas rotas por la mitad, una, la que está en mejor estado, tiene firma y fecha escritas con lápiz verde “16 de febrero de 2009”, no sé y quiero recordar a que se refiere. Pero no, no están esas frases que con recelo cuide no llegaran a tus oídos sin antes prepararlas, quitarles el veneno, las espinas, o quizá esconder mejor la desdicha, la tristeza y soledad que en ellas se encierran, habían herido hasta desangrar mi mente, mis manos y mi garganta. ¿Por qué no las guarde a salvo en casa? No lo sé

Reviso mi teléfono, creo que estuve evitando este momento pues sabía que la posibilidad de encontrarlas ahí era absoluta, pero no encuentro ningún mensaje, nada. Lo cual no me tranquilizó, pues sé que en mi ebriedad deseo borrar de mi "yo sobrio" cualquier rastro de estupidez que pueda dejar mi "yo ebrio". ¿Buena o mala jugada? Ambas, creo. Suena el teléfono, tu nombre aparece. Pequeños recuerdos se agolpan en mi cabeza, algunas palabras se agolpan como reflejos borrosos, maldito "yo ebrio", te odio. Sé que esta noche cuando vuelvas te vas a reír mucho, pero no es gracioso para mí en este momento, ni lo ha sido las veces anteriores, ni lo será ninguna mañana cuando te hayas desvanecido. Respondo, una vos entre pausada, pero evidentemente enojada dice mi nombre….

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